jueves, 26 de septiembre de 2013

El rincón de la santidad (III): Mons. Manuel Basulto, obispo de Jaén

Mons. Manuel Basulto es otro de los 10 abulenses mártires que serán beatificados este mes de octubre. Era natural de Adanero (Ávila), y nació en 1869. Ingresa en el Seminario de Ávila, y es ordenado sacerdote en 1892. Fue párroco de Santo Tomás de Ávila y profesor en el Seminario Mayor; después Canónigo de León y Madrid. El Papa le nombró Obispo de Lugo en 1909 y en 1920 Obispo de Jaén hasta 1936 en que muere. Tuvo como lema episcopal la frase de Santa Teresa de Jesús “quien a Dios tiene nada le falta”. Mons. Basulto fue un obispo bueno y fiel, amó a la Iglesia y dio testimonio de ello con su vida y con su muerte, pues nadie tiene más amor que quien da la vida por la persona amada. Fue un obispo de buena preparación teológica, de costumbres sencillas, no dado al boato, acogedor con los sacerdotes y cercano al pueblo; los fieles le querían. 

A este obispo le tocó sufrir, especialmente desde 1930, porque la Iglesia era calumniada y perseguida, faltaba la libertad a los ieles en la práctica religiosa y los sacerdotes encontraban dificultades en el desempeño de su misión; no obstante, también sintió el afecto de sus diocesanos, clero y fieles.

Iniciada la Guerra Civil, 18 de julio de 1936, se afianzó la persecución religiosa; así el día 2 de agosto fue asaltado el Obispado de Jaén y el Sr. Obispo hecho prisionero en la Catedral, con su hermana Teresa, su cuñado Mariano, y el Vicario General. Tuvo que vestir de paisano y fue instalado, con la familia, en una sala para vigilarlo mejor. El obispo, preso en su propia Catedral, se convertía en un signo de pobreza, humildad y confianza plena en Dios. Así se le oía decir ante cualquier comentario: “Todo sea por Dios, nuestro Señor”. Tanto en la cárcel provincial como en la Catedral, convertida en cárcel, había una gran cantidad de reclusos. Se decidieron unos traslados: más de 200 desde la Catedral el 12 de agosto. El Sr. Obispo irá en ese grupo de presidiarios. Los testigos cuentan que por el camino sufrió toda clase de vejaciones, que le gritaban: “¡muerte al Obispo!”, y con palabras soeces le ofendían. Llegados al apeadero de Santa Catalina por el lugar llamado Pozo del Tío Raimundo, cerca de Vallecas (Madrid), se realizó la gran matanza: unos 179; al Obispo le dispararon, mientras con los brazos en cruz aclamaba a Cristo el Señor y perdonaba a los que le hacían mal.

Terminada la masacre, fueron sepultados en las fosas comunes, y allí también el Obispo. Las noticias llegaron a Jaén y poco a poco se fue sabiendo toda la verdad y la magnitud de la masacre. Todos reconocían que Don Manuel Basulto había muerto por ser Obispo y defender a Cristo y a la Iglesia. Terminada la guerra, se exhumaron los restos y el cadáver del Sr. Obispo fue identificado por una prótesis dental y algún signo epicopal. En un tren funerario partieron los restos de todos hacia Jaén. El 11 de marzo de 1940 fueron recibidos en la capital del Santo Reino.

Al pie del altar de la Cripta de Sagrario de la Catedral de Jaén, presidido por un impresionante crucifijo, quedaron guardados los restos del Obispo de Jaén, Siervo de Dios Manuel Basulto Jiménez, y en una lápida de mármol se escribió: “A la Buena Memoria del Obispo Mártir Excmo. y Rvdmo. Señor Don Manuel Basulto Jiménez, que apresado en su casa  por los marxistas y conducido a Madrid en un tren de presos, antes de llegar a la Capital, postrándose de rodillas y bendiciendo a sus impíos ejecutores, fue inicuamente fusilado el día 12 de agosto de 1936. Piadoso. Afable. Sabio. Elocuente. Vivió 67 años. Recibió público y solemne homenaje fúnebre en la ciudad de su título episcopal el día 10 de marzo de 1940. Sus restos fueron depositados en esta cripta de su Iglesia. En espera de la resurrección de la carne”.
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(Puedes leer más sobre el martirio de los próximos beatos de nuestra diócesis en ESTA entrada y ESTA OTRA).

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