domingo, 14 de febrero de 2016

"Belleza y valor del noviazgo"

El domingo 14 de febrero celebramos el día de san Valentín, conocido como fiesta de los enamorados. La tradición cuenta que Valentín fue un sacerdote que vivió en Roma en el siglo III, en tiempo de persecuciones. Allí, en la ciudad eterna, celebraba en secreto los matrimonios de los jóvenes cristianos, prohibidos por un decreto imperial, pues el emperador aseguraba que los solteros sin familia eran mejores soldados al tener menos ataduras. Esta práctica terminó costando la vida a Valentín, quien murió martirizado, dando prueba de su amor a Cristo. Esta fecha, más allá del ropaje comercial o superficial, ofrece a los creyentes una oportunidad para reflexionar sobre el sentido cristiano del amor conyugal y del noviazgo como camino de preparación al Matrimonio.

El Sínodo sobre la familia, celebrado en octubre del año pasado, insiste en la urgencia de una educación en la verdad del amor humano y en mejorar la preparación de los jóvenes al matrimonio. Para muchos jóvenes, también cristianos, prometer fidelidad para toda la vida es una utopía; muchos sienten que vivir juntos para siempre es fascinante, pero una empresa demasiado exigente o imposible. En intervenciones dirigidas a los jóvenes, el Papa Francisco recuerda que la cultura actual está dominada por una “mentalidad de lo provisional” que impide hacer opciones definitivas y establecer un compromiso de por vida.

No obstante, muchos jóvenes siguen considerando el matrimonio como el gran anhelo de su vida; y el proyecto de formar una familia como la realización de sus aspiraciones más hondas. Pero se encuentran con dificultades que les llevan a posponer la boda, e incluso, a no casarse. Unas veces son razones de tipo económico o laboral, o de simple comodidad por miedo a perder su libertad e independencia. Otras veces son la influencia de ideologías que desprecian el matrimonio y la familia, el fracaso de matrimonios cercanos, el miedo hacia algo que consideran demasiado exigente, o una concepción puramente emocional del amor.

La Iglesia ve con preocupación esta desconfianza hacia el matrimonio y siente la necesidad de mostrar a los jóvenes bautizados la riqueza de este sacramento en el que los esposos reciben la gracia de amarse con el mismo amor con el que Cristo ama a su esposa la Iglesia. En este sentido, el Sínodo ha destacado la importancia del testimonio de las familias cristianas que ofrecen a los jóvenes el ejemplo de un compromiso estable que les ayude a tener confianza en la elección del matrimonio.

La relación final del Sínodo propone mejorar la preparación al matrimonio. El matrimonio no es una mera tradición cultural o un simple convenio jurídico, sino que se trata de una verdadera vocación, es decir, de una respuesta a la llamada de Dios, que exige a las parejas discernimiento, oración y maduración. En esto consiste la apasionante aventura del noviazgo. Y para asumir este reto, debemos recuperar una adecuada preparación. Este proceso formativo, concebido como un camino de discernimiento personal y de pareja, requiere también el esfuerzo de la comunidad cristiana, en el que las familias veteranas acompañan a los novios antes de la boda y en los primeros años de matrimonio, iluminando con la propia experiencia cómo afrontar los primeros años de vida matrimonial.

Queridos amigos, tenemos por delante el desafío de mostrar a los jóvenes la belleza del matrimonio cristiano y de la familia, valorando el noviazgo como un tiempo necesario de conocimiento mutuo y de maduración en la fe y en el amor. 

¡A todos, feliz fiesta de san Valentín!

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